Sentir mi historia para comprender, para soltar

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Hace ya casi 7 meses de mi última entrada del audioblog. Tiempo de duelo tras la pérdida de mi madre, y sobre todo, tiempo para permitirme revisar mi historia, no tanto desde la mente, sino desde el corazón. Si nos preguntaran por nuestra vida, seguramente haríamos una narración de la misma, dándole matices según los afectos sentidos. Pero cuando lo que vives durante un duelo es la activación de continuos gatillos que despliegan recuerdos ante los cuales te toca decidir si quieres sentirlos o no, la vida te está dando la oportunidad de revivir para reinterpretar, comprender y trascender, o bien anclarte a un pasado visto bajo un solo prisma, que incluso puede desembocar en ceguera.

Cuando iniciamos un camino de autoconocimiento o de terapia, en general nos cuesta mirar atrás, pensamos muchas veces que remover el pasado no soluciona nada del presente. Y me pregunto, ¿qué es pasado y qué, presente? Si ante algo que me está sucediendo, reacciono igual que aprendí de niño, aunque no sea consciente de ello, ¿acaso lo que considero pasado no está más vivo que nunca? Porque cada día creo más eso que dicen de que el tiempo no existe, solo este momento, el momento presente. Eso sí, con todas las mochilas que cargamos e incluso arrastramos para seguir justificándonos que “somos como somos”.

Uno de los descubrimientos más grandes que he podido vivir en carne propia es que, cuando me permito sentir mi historia, aquí y ahora, más allá de contármela, se deshacen muchos nudos dentro de mis entrañas, mi cuerpo comienza a rendirse, y, como por arte de magia, comienzo a sentirme más ligero. Ligereza que me permite tomar distancia de la historia, de poder observarla ahora sin quemarme ni negarla, de poder contemplar todo el escenario, lo que hace que comience a aflorar una compasión y un amor inmenso, incondicional por aquellos que participaron en ella, más allá del papel que les tocara interpretar. Pero, ¿qué significa sentir? Sencillamente, dejar que aflore esa ola de sensaciones que me recorre todo el cuerpo, dejar que me lleve mi respiración, no mirar a otro lado, escuchar a cada parte de mi cuerpo que me quiere decir algo, sumergirme en este estallido, fundiéndome con él, y dejando que los pensamientos, los juicios, las creencias, se disuelvan, queden atrás, porque si me enfoco en sentir, más allá de que sea agradable o desagradable, lo demás, sencillamente sobra.

Quizá la vida no sea la historia, sino que la capacidad de sentir e integrar cada momento vivido en el mismo instante en el que ocurre es lo que realmente nos hace estar vivos. Quizá no hay que lograr nada, quizá no hay camino, quizá solo existe este momento, en el que te invito a cerrar los ojos, y sencillamente sentir.

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